LOBOSILLO: DIVERSIONES DEL AYER

Lobosillo Memoria fotografica

Dicen que un pueblo no es pueblo si no tiene bar y si no tiene fiestas. Quizá sea porque ambas cosas resumen muy bien lo que significa vivir en comunidad, compartiendo espacio y tiempo los vecinos no en torno al trabajo, sino al ocio, las emociones, la amistad o la devoción.experiencias todas que construyen la cara más amable de la identidad colectiva y alimentan el sentimiento de pertenencia al lugar.

Lobosillo cumple con todo ello, pues nunca le faltaron tabernas, ni festejos, ni ocasiones en las que dar rienda suelta a la alegría de ser vecinos de un pueblo que sabía dejar aparcado el trabajo en el campo por unas horas y divertirse.

A lo largo del Taller de Recuperación de la Memoria Fotográfica de Lobosillo, desarrollado desde hace tres años por el Centro Cultural de la localidad, han sido muchas las imágenes recopiladas en las que
aparecen esas escenas, fechadas sobre todo en los años 40-50-60 del pasado siglo XX. Instantes en el Bar de Ros (o de Salvador), el del Merguizo, o el de Jesús, establecimientos que se convertían en puntos de reunión diario de los hombres, tras la faena, donde tomar un vino y jugar la partida. También de los comercios, en los que se producía el encuentro y la tertulia de las mujeres durante sus quehaceres domésticos. O de los cines, el Rosario y el Rialto, recintos que convocaban a gentes de pueblos aledaños ante la gran pantalla cada fin de semana.

Pero sobre todo, lo que no faltan son fotografías de la plaza y de las calles como espacios de relación por excelencia. Eran tiempos en los que la vida se hacía de la puerta de la casa hacia afuera, como una prolongación natural de la sala de estar en la que cabía cualquiera. La calle era también el ámbito de juego de los niños y niñas, inmersos en una infancia que transcurría bajo el sol y no delante de una pantalla.

La calle cobraba especial protagonismo en junio, cuando la fiesta de San Antonio tocaba a la puerta del calendario, aunque los lobosilleros no le abrieran hasta llegado San Pedro. La costumbre de celebrar al santo de Padua el 29 de junio, viene de cuando antiguamente se retrasaban los festejos por esperar el regreso de aquellos vecinos, muchos entonces, que no volvían de la siega manchega hasta final de mes.

San Antonio llenaba el pueblo de alegría, vestía la plaza de palmitos y cobertores, de tómbolas, de música y de bailes. marco ideal para las épicas carreras de cintas que se organizaban, primero a caballo y luego en moto o en bicicleta. Los bares montaban amplias terrazas, donde jóvenes y no tan jóvenes aliviaban la calorina estival con un refresco, a la vez que dejaban ver sus inocentes galanteos. Y se peregrinaba devotamente hasta la Ermita de los Ríos con la imagen del patrón, cumpliendo con una costumbre impresa para siempre en el acervo de las gentes de este rincón del municipio de Murcia.

El ocio y las fiestas han ido evolucionando, tanto como los habitantes del pueblo, conforme a la época que les ha tocado vivir. El reloj corre deprisa pero, a veces, conviene sentarse y trazar con la memoria el camino seguido hasta nuestros días. Esta exposición pretende brindar la oportunidad de hacerlo, mostrando parte del archivo recopilado en el Centro Cultural, y haciendo un guiño a un tiempo que se fue y a quienes lo protagonizaron. ¡Que la disfruten!

TALLER ‘MEMORIA FOTOGRÁFICA DE LOBOSILLO’

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