EL LEGADO DEL AGUA
Desde el pasado 24 de octubre, un nuevo taller de patrimonio se ha puesto en marcha en Aljucer. Con esta iniciativa, en la línea de experiencias similares ya en desarrollo desde otras localidades, el Programa de Centros Culturales del Ayuntamiento de Murcia ha querido brindar también a los vecinos de esta pedanía la oportunidad de crear un foro de encuentro e investigación en torno a la historia local y a los valores patrimoniales que atesora este rincón tan singular de la Huerta. La propuesta ha contado desde el principio con la generosa colaboración del Casino Cultural Agropecuario, entidad que viene acogiendo cada martes las sesiones de trabajo, así como con el apoyo de diversos colectivos aljucereños que están alentando la participación vecinal y compartiendo sus conocimientos sobre el territorio.
El nombre que se le ha dado al taller, “El Legado del Agua”, supone toda una declaración de intenciones de cuál es la temática principal que se está abordando durante este primer curso, cuyas sesiones se prolongarán semanalmente hasta el próximo mes de mayo: la especial importancia de la red de riego en Aljucer. De entrada, además de la Acequia Mayor de Barreras, por su término discurren hasta nueve de las principales acequias menores del heredamiento sur de la Huerta: Alquibla Madre, Beniaján, Turbedal, Alguazas, Herrera, Gabaldón, Junco, Albadel y Batán. Semejante entramado de canales con sus múltiples derivaciones, imbricados entre caminos y bancales, pero también latentes a cada paso en el propio casco urbano, ha hecho que alguna vez se haya hablado de Aljucer como “la Venecia de la Huerta”. Como ejemplos todavía visibles, pero mayoritariamente ocultos bajo el asfalto que trajo el progreso, perduran vetustos puentes que salvan esos cauces… herencia de la conjugación secular de caminos de agua y de tierra que en Aljucer siempre se produjo.
Aparejada al paso de las acequias, significativa ha sido en esta zona la existencia de molinos movidos por la fuerza del agua. Se contabilizan al menos seis en un ámbito que no supera el kilómetro a la redonda, entre ellos algunos tan emblemáticos en la historia de nuestro municipio como el de Oliver o el de la Cruz Quebrada. Desde su explotación como industria primigenia de la huerta hasta el mismísimo quejido de sus piedras, grabado en la mente de nuestros mayores, forman parte también de ese legado que Aljucer atesora.
El tema obliga a hablar además de usos huertanos íntimamente vinculados a las acequias, como son la tanda o la monda, casi rituales en el acervo agrícola de la vega. De ingenios hidráulicos, como la recordada Ceña del Partidor del Manzano. Del temor a las riadas, que con suerte dejaban tras de sí tan sólo el beneficioso tarquín para los cultivos, pero lo normal es que arrastraran muerte y desolación. También de abastecimiento y de lugares concretos donde antaño las gentes de Aljucer acudían a llenar sus cántaras o a lavar la ropa. O de aquellos remansos que procuraban a la juventud la frescura de un baño entre espesos cañares, bajo la sombra de olmos centenarios, como los que se producían en el partior Nuevo o en el de Merino. En definitiva, el día a día de un caudal de vivencias y realidades que ha corrido veloz entre los quijeros del tiempo, ya tan solo retenido por los tablachos de la memoria.
Estamos poniendo en común muchos de esos recuerdos, tratando de hilvanar una historia que pocas veces se refleja en los libros: un relato del que todas las familias de nuestro pueblo han sido protagonistas. Queremos recopilar testimonios y fotografías que muestren el pasado y el presente de ese Aljucer reflejado en el espejo de sus cauces. La tarea invita además a la reflexión sobre cómo ha llegado a nuestro tiempo todo ese patrimonio material e inmaterial, la manera de gestionarlo y en qué medida ha de ser transmitido a las generaciones venideras. Nosotros estamos convencidos de que es esencial conocerlo para entender lo que somos. Y por eso vamos a aprender a mirarlo con otros ojos, desde la curiosidad y el respeto, conscientes de que su puesta en valor hará de Aljucer y de su paisaje una fuente de riqueza cultural y etnográfica para todos.