VISITA DEL TALLER MEMORIA, RECUERDOS Y PATRIMONIO DE SANTA CRUZ AL PALACETE DE LA SEDA
Una de las actividades que el taller Memoria, recuerdos y patrimonio de Santa Cruz ha tenido la oportunidad de realizar este curso 2016/2017 ha sido una visita al Palacete Rural de la Seda, un lugar emblemático de nuestra pedanía que encierra entre sus paredes parte de nuestra historia.
Al llegar, nos recibió Francisco Fuentes, el actual propietario, en el patio del edificio; un lugar acogedor donde el rumor del agua y las plantas conforman un pequeño oasis. Con ademán tranquilo y mirada inteligente, Fuentes, fue desgranando la historia del palacete que, según nos contó, arranca en 1695, cuando un mallorquín afincado en Murcia construyó su residencia.
Unos años más tarde, ya en el siglo XVIII, se construyó un edificio anejo, destinado a bodega. Dicho edificio impone su presencia en el conjunto, con sus tres plantas más la situada bajo la cubierta, y una torre que le hace ser incluido en el inventario de las casas-torre de la huerta de Murcia, para las que está solicitada la declaración de Bien de Interés Cultural.
La fachada, de piedra totalmente forrada de hiedra en la planta inferior y de ladrillo en el resto, muestra en la parte superior del cuerpo central, el escudo familiar y se adorna con una notable obra de rejería en ventanas y balcones.
En aquella bodega construida en el siglo XVIII se producían vinos que, junto con los elaborados en el resto del levante español, eran incorporados a los vinos obtenidos en Francia; nos contó Fuentes que ésto fue una demanda de Inglaterra al comprobar que los vinos franceses, de menor gradación alcohólica, veían alteradas sus cualidades cuando cruzaban el Canal de la Mancha. Con el añadido del 10% de los vinos españoles, los caldos soportaban mejor la exportación. Sin embargo, la bodega se vio afectada, al igual que el resto de España, por la plaga de filoxera que se produjo a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue entonces cuando se estableció en el edificio una fábrica de seda destinada a ahogar el capullo y obtener la hijuela, que era enviada posteriormente a Valencia para su hilado.
La que fue denominada Fábrica de la Seda o Fábrica del Catalán se convirtió en un importante motor económico de la pedanía.; era rara la familia que no participaba en la obtención de la seda, bien trabajando en la propia fábrica o bien criando gusanos en casa y llevando allí posteriormente los capullos. En 1968 la fábrica cerró sus puertas, quedando la construcción en un compás de espera hasta mediados de los años ochenta del pasado siglo, cuando el edificio fue adquirido por Francisco Fuentes, amante del arte y extremadamente respetuoso con el patrimonio, para reconvertirlo en un local destinado a la hostelería.
La rehabilitación duró unos diez años, durante los que se rescataron espacios alterados, se sacó a la luz materiales encubiertos y, con un respeto total a la estructura original, se planteó la distribución de las salas destinadas a restaurante. El edificio volvió a cobrar vida con la incorporación de mobiliario y obras de arte que, procedentes de la propiedad de Fuentes y su esposa, o adquiridos poco a poco, fueron acondicionando y adecuando cada rincón del palacete.
Obras pictóricas de José María Alarcón, Paco Mir o Párraga, entre otros, miran desde la pared las esculturas que salidas de las manos de Salzillo, Alonso Cano, José Planes, González Moreno, José Carrilero o Antonio Campillo, salpican los diversos espacios que conforman este denominado Palacete Rural de la Seda que fue inaugurado a mediados de los años noventa.
El recorrido por sus diferentes salas nos llevó, incluso, hasta una capilla de culto familiar que asombra por lo exquisito de su decoración y por el gran valor patrimonial de los elementos que la conforman y donde Fuentes nos dijo que habían celebrado misa algunos altos representantes de la diócesis de Cartagena.
Es inevitable volver la vista hacia lo que fue la Fábrica de la Seda pero, al mismo tiempo, se hace patente la importancia que tiene la recuperación del patrimonio y su salvaguarda; su revalorización, conservación y uso, conllevan la perpetuidad de lo que ha sido y configurado parte de nuestra trayectoria histórica.
Fuentes nos acompañó hasta el final del recorrido, al pie de la escalera que nos trajo de vuelta al nivel inferior y al siglo XXI, tras este precioso viaje a través del tiempo. Desde aquí le queremos agradecer su generosidad por abrirnos las puertas de este espacio que encierra tantos fragmentos de nuestra memoria.