SANGONERA LA VERDE. UN PATRIMONIO POR DESCUBRIR. LOS ALJIBES

Sangonera la Verde es una pedanía de Murcia situada a unos 9 Km de la capital. Territorialmente pertenece a la comarca de la huerta de Murcia pero su paisaje, sin embargo, no se identifica con la idea que generalmente nos hacemos de la huerta.

No esperemos encontrar en su territorio la frondosidad de la huerta central, ni un enrevesado entresijo de acequias con nombres clave en nuestra historia (Turbedal, Aljufía, Barreras…) Tampoco busquemos al Segura en sus proximidades, pues su río es el Guadalentín, llamado también como la propia pedanía, “el Sangonera” y sus “afluentes”: el Cota, el Nubla y el Almanzora.

El Guadalentín, ese río loco, casi siempre seco pero también capaz (por sus crecidas) de dar dos cosechas de cereal en el mismo año.

Tal vez fuera este río loco el que alejó a la población de las tierras más fértiles para levantar el caserío inicial en la suave bajada que dibuja Carrascoy desde su falda hasta el río. En esta zona de bajo monte, más parecida al campo que a la huerta, nacería la Sangonera que hoy conocemos.

Se dividía la tierra en pocas manos, estando muy concentrada la propiedad en las grandes fincas: los Muñoces, Mayayo, Rosalinda, Los Labradores y, sobre todo, Torre Guil. Fincas de que plantaban arbolado (higueras, palmeras, olivar, almendra, algarroba) y viña en la parte alta, “de la carretera para arriba”, y cereal y alfalfa, “de la carretera para abajo”, donde había riego.

Y en torno a las fincas, el caserío, cuyos habitantes se dedicaban, en su mayoría, a ser jornaleros de estas grandes fincas, servir en las casas “pudientes” de Murcia y la huerta, obreros allá donde hubiera trabajo o a vender aquello que pudieran recoger: higos de pala de las abundantes paleras que caracterizaban el pueblo o leña de la sierra.

Como suele pasar cuando la riqueza se concentra en pocas manos en vez de repartirla, sea en Sangonera o sea donde sea, la población sufría importantes carencias, lo que  impidió su desarrollo hasta finales del siglo XX, cuando el carácter tenaz y trabajador de sus gentes, dio la vuelta a la tortilla y el pequeño pueblo de campo pasó a ser una pedanía tan próspera y emprendedora como la que más.

Esta situación de desventaja de Sangonera respecto a otras pedanías tiene pocas cosas buenas pero alguna hay o, al menos, hay que saber encontrarla. Nos referimos, concretamente, a  la conservación del patrimonio cultural y natural, del que encontramos en esta localidad importantes vestigios que queremos iremos descubriendo  a lo largo de las salidas del taller de “Historia local” del Centro Municipal de Sangonera la Verde.

 

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Y si decimos que esta situación de dificultades para crecer y desarrollarse permite conservar el patrimonio no es desde luego porque haya una intención de hacerlo, sino porque no se han dado las condiciones para destruirlo. Para comparar, podríamos mirar la vecina pedanía de El Palmar, cuyo veloz desarrollo en los 70 por la presencia de una pequeña industria y el impulso de los servicios con la construcción del psiquiátrico, la Arrixaca y la prisión, hizo que la fisonomía del pueblo y sus señas de identidad desaparecieran con la misma velocidad que se construían edificios para alojar a los muchos trabajadores que habrían de venir a cubrir los nuevos puestos de trabajo.

Al no darse esta circunstancia en Sangonera, su crecimiento ha sido más lento y repartido en sus  14,4 km² y aunque muchos elementos de identidad han desaparecido, otros permanecen en sus calles, campos o solares, siendo testigos del tiempo.

Uno de los primeros trabajos que el Taller de Historia local  del Centro Cultural de Sangonera la Verde ha realizado ha sido sobre los aljibes en la localidad.

Sangonera la Verde. Un patrimonio por descubrir I: Los aljibes

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